Se cumplen 43 años del secuestro y posterior asesinato de Eduardo Julio Bracaccini

Tenía 24 años, se había recibido de licenciado en Ciencias Políticas y estaba estudiando Economía. Trabajaba en Comercio Exterior en el Banco de Intercambio Regional. Alternaba sus estudios con su visita a Casilda, su ciudad natal, donde nunca dejó de asistir y realizar acciones sociales. Fue fundador de la vecinal Nueva Roma, donde volcó parte de su entusiasmo juvenil. 

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Un 4 de julio de 1977, Eduardo Julio Bracaccini era secuestrado de la pensión donde vivía, sobre la avenida Pellegrini (Rosario), y retenido clandestinamente en “el pozo”, esquina de San Lorenzo y Dorrego, donde funcionaba el centro clandestino de desaparición y tortura de la ex jefatura de policía de Santa Fe en Rosario. Veinte días después sería sacado de allí para fraguar un enfrentamiento, junto a otra pareja de adolescentes, en la localidad de Alvear, cercana a Rosario.

En ese momento, Eduardo tenía 24 años, se había recibido de licenciado en Ciencias Políticas y estaba estudiando Economía. Trabajaba en Comercio Exterior en el Banco de Intercambio Regional, entidad que cerró a principio de los 80.

Eduardo alternaba sus estudios con su visita a Casilda, su ciudad natal, donde nunca dejó de asistir y realizar acciones sociales. Fue fundador de la vecinal Nueva Roma, donde volcó parte de su entusiasmo juvenil.

Quienes lo conocimos, supimos de su compromiso para con los otros, de su capacidad, de su inteligencia. Cuentan sus compañeros de la escuela secundaria, el Colegio Comercial “Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield”, que cuando necesitaban un análisis político le pedían a Eduardo que les explicara lo que transmitía el diario, el matutino de la época que por aquellos años era La Capital de Rosario. Así se perfilaba Eduardo como un militante político y social, con un futuro seguramente en esa área y con un perfil destacado.

Su asesinato no es más que la consecuencia de un plan de exterminio y eliminación por parte de la dictadura cívico-militar-eclesiástica dirgido hacia sectores populares de trabajadores, estudiantes y resto de argentinos que denunciaban a ese poder económico militar que había subvertido la democracia en marzo de 1976, como tantas otras veces anteriormente. Pero esa vez lo hicieron con un mandato feroz y clandestino, para poder implantar sus políticas de empobrecimiento y exterminio de los intereses nacionales.

Hace solo unos meses atrás, en la causa judicial Feced 3 y 4, se dictó sentencia contra los represores implicados en la desaparición y muerte de Eduardo y otros cerca de 500 detenidos en ese centro clandestino. Algunos murieron mientras duró el proceso, acusados de complicidad, como el ex cura de Casilda Eugenio Zitelli, quien era capellán de la policía rosarina.

Hoy, a través de sus instituciones, la ciudad ha hecho un reconocimiento explícito a la memoria de Eduardo, mediante la colocación de su nombre a una calle en el barrio Nueva Roma y, previamente, la inauguración de un Centro de Acción Comunitaria con su nombre, también en ese barrio.

Recordar Eduardo y a otros desaparecidos oriundos de Casilda durante la dictadura de 1976/83 constituye un ajuste ético de nuestra memoria para quienes creemos que la historia debe ser un continuo recordatorio de sus hechos y no su negación. Su actualidad y permanencia garantizará que el recuerdo pueda ser el motor que libere las acciones para un futuro superador.

Colaboración de Juan Adrián Suárez

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