14/09/1992 - Primera Asamblea del Pueblo de Dios

Se celebró en Quito, Ecuador, en ocasión de los polémicos 500 años de la llegada de los europeos a América. En la misma se lanzó un manifiesto a través del cual se expresa lo que esas Asambleas del Pueblo de Dios quieren ser.

PRIMERAASAMBLEAPUEBLODIOS2Imagen ilustrativa.

En la Primera Asamblea del Pueblo de Dios, celebrada en Quito, Ecuador, en ocasión de los polémicos 500 años de la llegada de los europeos a América, se lanzó un manifiesto que dice lo que esas Asambleas del Pueblo de Dios quieren ser: una movilización macroecuménica, un irse encontrando en diálogo, en solidaridad, en comunes luchas y sueños, las gentes con fe y compromiso de nuestra Patria Grande, la Abya Yala (nombre dado a América por el pueblo Kuna en Panamá y en Colombia y la nación Guna Yala del actual Panamá, antes de la invasión de Cristóbal Colón. Literalmente significaría tierra en plena madurez o tierra de sangre vital). Las diferentes iglesias cristianas, las religiones indígenas y las religiones afroamericanas se comprometieron en un macroecumenismo, respetando las respectivas identidades y sumando al mismo tiempo la común conciencia de ser esa Patria Grande y la opción común por los pobres en los procesos de liberación. “Este sueño, que es un deber, que es nuestra vida, es el propio sueño de Dios para nuestra Abya Yala”, afirmaron.

Entre otras cosas el documento expresa: “Dios y su Pueblo hacemos la Historia. Todos nosotros, ya de tiempos, participamos en las luchas y organizaciones indígenas, negras, campesinas, obreras, de mujeres, sindicales, políticas y del movimiento popular en general. Pero en este encuentro y precisamente por reconocernos Pueblo de Dios en esta Abya Yala, nuestra Patria Común, renovamos nuestro compromiso con todas las luchas del Continente: en la afirmación de la identidad indígena, negra y mestiza; en el proyecto popular de la conquista de la tierra y de la vida digna para todos, sin oligarquías privilegiadas y sin mayorías marginales; en la lucha organizada, no sólo de nuestros Pueblos del Tercer Mundo, y en la intersolidaridad con tantos hermanos y hermanas del Primer Mundo, contra el orden mundial del capitalismo neoliberal y de su mercado total; en la creatividad alternativa de los procesos con que nuestros Pueblos están construyendo la otra democracia, la de las hijas e hijos de Dios, hermanados entre sí.”

Y agregan: “Hacemos una exultante invitación: con el Popol Vuh, libro sagrado de los Mayas, gritamos: «Que todos se levanten, que todos sean convocados, que nadie se quede atrás. Que amanezca ya»; con la voz negra del pastor Martín Luther King cantamos: «Tengo un sueño: un día todos respetarán la dignidad y el valor de la persona humana»; y por la voz liberadora de Jesús de Nazaret, que la fe cristiana acoge como presencia encarnada de Dios, reconocemos que «estas cosas nuevas ya empiezan a suceder», y por eso, a pesar de tantos signos de miseria y de muerte, nos erguimos unidos y levantamos las cabezas al sol y al viento de la Patria Grande, porque «nuestra liberación está cada vez más próxima». La Asamblea del Pueblo de Dios prosigue su marcha. Nosotros, voces de América con otras muchas voces, manos de la Afroamerindia con otras muchas manos, sueños del sueño de nuestra Abya Yala, firmamos ahora esta invitación fraterna que tantas hermanas y hermanos han firmado, a lo largo de estos 500 años de invasión y de resistencia, con el sello mayor de su propia sangre.”