Considerado uno de los máximos referentes del tango, prefería la vocación pianística por sobre la de director de orquesta, en la cual incursionó para tocar como él quería: «Como a mí me gustaba interpretar tangos a mi manera, la única forma era teniendo mi propio conjunto».
Horacio Salgán nació en Buenos Aires, en las cercanías del Mercado del Abasto, y desde los 6 años estudió piano y música. En su adolescencia recaló en un cafetín, El Gato Negro, de Corrientes y Leandro Alem, más tarde ingresó en la orquesta de Juan Puey y fue el organista de la iglesia San Antonio, de Villa Devoto. A los 18 años ingresa a las radios, empezando por Belgrano.
El jazz, la música brasileña, el folclore, todos los ritmos despertaban su curiosidad, también los grandes nombres de la música clásica. A los 20 años, su primer golpe de suerte, lo escuchó Roberto Firpo que tenía el Cuarteto de la Guardia Vieja y, al mismo tiempo, la orquesta y fue contratado. Su primera orquesta la tuvo en 1944. Al respecto, confesó: «La idea de formarla está integrada de alguna manera a la composición. Empecé a componer porque quería hacer un tango de una manera determinada. No con la idea de ser compositor, sino con la de tocar tangos como a mí me gustaba. Lo mismo sucedió con la orquesta. Como a mí me gustaba interpretar tangos a mi manera, la única forma era teniendo mi propio conjunto, entonces la armé. Hay gente que le gusta ser director de orquesta, pero a mí me interesó mi vocación pianística. Sin ninguna intención de crear nada».
Sus temas más importantes: “Del 1 al 5 (Días de pago)” (1944), “Don Agustín Bardi” (1947), “Entre tango y tango” (1953), “Grillito”, “La llamó silbando”, “Cortada de San Ignacio” (milonga), “A fuego lento”, su título de mayor repercusión popular. Los valses: “A una mujer” y “En tu corazón”, “Motivo de vals”, que nació de una contramelodía que realizó durante un arreglo a “Llorarás, llorarás”, de Hugo Gutiérrez. Cuando lo escuchó Carlos Bahr, dijo: «Ahí hay un motivo de vals.», y finalmente le puso letra.














