Las elecciones en la provincia de Buenos Aires dejaron un mensaje contundente.

Con el poder silencioso de una boleta impresa, la gente puso un límite al ajuste, al hambre, a la corrupción, a la violencia, a la soberbia y a la crueldad.

Millones de voces latiendo en un solo ademán para decir con fuerza: ¡Basta!

El resultado electoral dirá que ganó una fuerza política, sí, pero acá hubo algo que rompió las fronteras de un resultado: ganó la gente.

Ganó la fuerza del voto y, con ello, ganó la democracia. Esa que aún sigue herida por proscripciones y condenas políticas.

Ganó la esperanza de reencontrarnos en el lugar del que nos arrancaron: el del abrazo, el de la mano tendida para ayudar, el del afecto, el de la calidez humana.

Ganó la empatía.

Ganaron los laburantes, las pymes, los comerciantes, los jubilados, las personas con discapacidad.

Ganaron las y los que se ponen al hombro un comedor, en el mismísimo lugar donde el hambre pega el estómago a la espalda.

Gano ese Estado que quieren destruir desde adentro.

Ganaron la educación y la salud pública.

Ganaron los artistas, los científicos, los humildes.

Ganó la gente, esa misma gente que este gobierno castigó con sorna y sin piedad.

El 67% de nuestros compatriotas dijeron: ¡Basta!

Y si el gobierno no cambia su rumbo, el pueblo volverá a ganar, una y otra vez, hasta derrotarlos definitivamente.

Asamblea por la Democracia y la Soberanía Casilda.